.Ciro Alejandro Rolón, piano
.Centro Cultural Villa Victoria
Ocampo, Mar del Plata, 9 de junio, hora 18.
El
pianista Ciro Alejandro Rolón se presentó en el Centro Cultural Villa Victoria
Ocampo con un ecléctico y medular programa dedicado al romanticismo musical.
El Impromptu nro. 2, opus 90
en mi bemol mayor, de Franz Schubert (1797-1828)
fue la primera obra del concierto.
“In promptu”: de improviso. El mismo nombre
establece el carácter de invención pura que, en un opus ya avanzado de la
producción, significa un fluir melódico que, como suele suceder en Schubert, se
basa en la reiteración y la transformación al mismo tiempo, en compás de ¾, pie
ternario que le confiere un carácter danzante. En este caso, el tema central es
una rápida sucesión que transita de manera descendente, permanece en un centro
y asciende nuevamente, hasta un segundo sujeto.
Su carácter encantador, amable y de
enorme belleza melódica -debe ser así en una buena interpretación- encubre la
enorme dificultad técnica que reside en darle continuidad y fluidez a pasajes
rápidos y dificultosos.
El Impromptu nro. 4 Allegretto, en la bemol mayor y en compás de ¾, el
Episodio central en do sostenido menor le brinda un contraste expresivo de su
melodía siguió al anterior, del mismo modo que este comienza con una melodía en
cascada pero luego de una reiteración conduce a un episodio más relajado, pero
no por mucho tiempo, sucedido por otro motivo, en una línea melódica que parece
una canción. Unidad, variedad, distintas intensidades, y un fraseo que debe
expresar la ductilidad de las melodías –en sus cambios y en su fluir-. Los
impromptus, en su brevedad, son sin embargo obras mayores del repertorio.
La Sonata nro. 23 en fa menor, opus 57, “Appassionata” de Ludwig van
Beethoven (1770-1827) fue la siguiente obra.
Tal como aclaró el intérprete, el
nombre por el que es conocida le fue dado por el editor. En su monumental serie
de análisis de las 32 sonatas de Beethoven (Wigmore Hall, Londres 2004-2006) András Schiff señala que el nombre apropiado
debió ser sonata “trágica”, debido al clima misterioso del elemento inicial –un
pasaje misterioso en unísono con notas separadas por dos octavas, que le da una
amplitud acechante-, uno que es suave y lento, como en la mayor parte de las
sonatas beethovenianas del periodo de madurez, agrega que es uno de los monumentos
de la música occidental.
Es mucho lo que se podría hablar de
esta obra central del repertorio pianístico, que expande el lenguaje en
direcciones que podremos reconocer por ejemplo en las sinfonías de Brahms: sencillez
de los temas centrales y una gran elaboración de ellos, llevados a otras tonalidades,
invertidos, fragmentados y expandidos hasta su cierre por otro elemento –en el
caso del primer movimiento de esta sonata por el “tema del destino” de la
quinta sinfonía.
Si bien el segundo movimiento, Andante con moto, tema con tres variaciones
construido en pocas notas, es amable, sin dejar de lado la intensidad, el
primer movimiento Allegro assai en un
metro de 12/8, lo que le da cierto carácter marcado e imperativo, es en sí un universo sonoro. No
nos vamos a detener en cada elemento pero sí conviene, para darle la
importancia que tuvo en esta presentación, reparar en algunos de ellos, por
ejemplo en el estallido que sigue a este motivo inicial, con un pasaje intenso,
a la vez legato y stacatto, lo cual es en sí mismo de gran
dificultad (lo mismo sucede en el pasaje de las octavas, que encontramos en el
trío del scherzo del segundo concierto para
piano de Brahms: Beethoven abre un mundo de posibilidades).
Conviene reparar en estas cuestiones
cuando un intérprete se presenta con obras como esta, porque de otro modo nos
quedaríamos en la superficie.
Como es habitual en muchas de sus
obras, el tercer movimiento surge sin interrupción luego del segundo y es,
asimismo, de gran fuerza y complejidad.
El Intermezzo nro. 1 en mi menor, del compositor mexicano Manuel Ponce (1882-1948) siguiente, con
su bella y sencilla calma vino a disipar la tensión de la sonata. La idea central
del concierto era la de presentar formas del romanticismo, en este caso, en el
seno de un movimiento de música nacional, el componente romántico –que recuerda
a obras como las escenas románticas de Granados- está dado en el carácter
sereno y contemplativo.
Le sucedió el Momento musical nro. 3, opus 16, andante cantabile en si menor de Sergei Rachmaninoff (1873-1943).
Las obras de bravura alternan con momentos de serena nostalgia en el gran
compositor de Novgorod, tal el caso de este bellísimo momento musical, que
discurre como una ordenada improvisación que plantea una narrativa de
enunciado, medio y final.
El concierto finalizó con el Estudio opus 25, nro 12, en do menor;
el Nocturno en do sostenido menor,
opus póstumo y el Scherzo nro. 2 en
si bemol, opus 31, de Frederic Chopin
(1810-1849)
En el documental El viajero inquieto que muestra al pianista Piotr Anderszewski en
un largo viaje en tren por los paisajes nevados de Polonia, con su piano, el
músico señala de Chopin esa “ebullición tan ordenada”, a propósito de la
invención pura y las sonoridades tan propias de su música, invención que es muy
minuciosamente trabajada: ímpetu y refinamiento al mismo tiempo, a lo que cabe
agregar el manejo de sonoridades amplias, rápidas y momentos de enorme calma y
dulzua que demandan un gran manejo del tempo
rubato (el retardar y moldear un sonido según las necesidades expresivas).
Tal el Scherzo, compuesto en 1837.
Ciro Rolón se refirió breve y precisamente
a cada obra con aquello más característico de cada una: el compositor, su
lenguaje, el carácter. Es un eficaz presentador que al par que estos aspectos
connota lo que cada opus abordado significa para él.
En la conversación posterior señaló la
primacía del aspecto interpretativo sobre el técnico y la necesidad del
intérprete de ahondar en lo estético, máxime en el lenguaje romántico en el
cual el compositor transmite algo que está más allá de las formas que lo
sostienen.
Fue un concierto de obras de gran
relevancia en la literatura pianística que alternó obras de distinto carácter,
cada una con su diferente grado de dificultad.
Ciro Rolón es un pianista muy seguro
de su estética y de sus posibilidades que lleva a cabo una actividad sostenida.
El mismo programa se repite en el
Teatro Municipal Colón el 10 de junio.
Eduardo Balestena